Lucinda era una pequeña gota de lluvia que descansaba placidamente sobre la hoja de una hermosa flor, desde allí podía ojear todo lo que ocurría a su alrededor.
Podía ver corretear a los conejos, a las hojas de los árboles chocar contra el suelo y helarse por la noche la charca de las ranas.
Lucinda se quedaba helada cuando se ponía el sol, para al amanecer dividirse en miles de gotas de rocío y volver a ser esa pequeña gota de lluvia durante el día.
Pero una calurosa mañana de verano, Lucinda sintió que se asfixiaba, el sol brillaba allí en el cielo con más fuerza que nunca, era como si quisiera que la tierra se prendiera fuego.
Lucinda sintió que se evaporaba, y mientras era absorbida por el cielo pudo comprobar como los millones de gotas que formaban la charca de las ranas la acompañaban también en su viaje hacia las nubes, dejando la tierra seca y cuarteada en la laguna.
Lucinda se acomodó como pudo en la abarrotada nube, junto a otras gotas que como ella habían sido absorbidas en un caluroso día de verano.
La nube emprendió un largo viaje, paso ríos y montañas, ciudades y pueblos, y por allí donde pasaba recogía más y más gotas.
Una húmeda mañana de otoño, cuando dentro de Nube ya no quedaba ningún hueco libre, Lucinda sintió una fuerte sacudida, las gotas se estrellaban unas contra otras y Nube chocó brutalmente contra la nube que le precedía, el golpe fue tan virulento que provocó que saltaran chispas que pudieron observarse a varios kilómetros de distancia. Cuando parecía que todo se calmaba,
volvía a empezar: sacudida, choque y chispas, y así una y otra vez, hasta que Nube abrió una compuerta y dejo que todas las gotas de su interior salieran. Al principio una a una, para pasar posteriormente a caer todas de golpe. Caía tal cantidad de agua que Lucinda cerró los ojos y se dejo llevar por el resto de sus compañeras….
Y vino la calma.
Lucinda despertó lentamente de tan emocionante viaje y comprobó que ya no era una pequeña gota de lluvia, abrió los ojos todo lo pudo y se maravilló al ver que se había fundido con el resto de sus compañeras y se habían transformado en un inmenso mar azul que se movía calmadamente bajo un calido sol de otoño.
Y allí seguirán si no se han embarcado en otra emocionante aventura.
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